Cuando Victor Frankenstein contempló su engendro, obnubilado por la proeza, no fue capaz de imaginar el daño que éste podía producirle. Después de todo, aquella criatura encarnaba la superioridad de la ciencia, la arrogancia del hombre frente a la naturaleza, la sed de gloria, y cierta soberbia hija del poder.
España se encamina hacia las mismas oscuridades.