Mércores, 9 Oct. 2024

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Sobre un Movimiento detenido.

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Permítaseme desatar -sin quererlo- una polémica, mientras comparto con ustedes algunas preguntas; respuestas escasean, y no me han tocado en suerte.

Estamos asistiendo al florecimiento mediático del movimiento 15M, también reconocible tras el calificativo "indignados". Las televisiones, los diarios, las radios y, por supuesto, Twitter, ya han sucumbido ante la fascinación que despierta en este país ver a la gente en la calle. Fascina, antes que ninguna otra cosa, la masa; ese constructo social del que tanto se ocupó Hannah Arendt, y que Ortega y Gasset vino a definir con absoluta malicia -y verdad- a base de ironías corrosivas.

Hoy, "el pueblo" grafitea consignas anti-sistema en el dorso de las cajas de televisores Samsung 29 pulgadas, que ha comprado en Carrefour hace siete meses. Porque, a menos que yo me haya perdido algo, cuando los anarquistas, los revolucionarios de sangre, el movimiento okupa, o los agitadores de turno, salían a la palestra, eran despellejados por las cadenas generalistas, la estúpida moral cristiana, y decenas de miles de vecinos de puerta, a su turno "indignados" con los revoltosos.

Hace algunos meses, el mensaje era casi el mismo. Vale la pena destacar el "casi", puesto que en él radica la fuerza imberbe del movimiento de Sol. El mensaje "somos anticapitalistas" existió mucho antes de plantar la primera tienda de campaña Quechua de 49,95€ en el Decathlon. Sin embargo, la cobertura mediática se empecinaba en degradar esas palabras, horadando a sus emisores y denostándolos por su forma de vestir, sus rastas, o sus banderas del Che Guevara.

Tuvo que aparecer un iPod en la reivindicación, para adquirir la legitimidad y el tono tibio que todo integrante de la clase mierda persigue con sus proclamas especuladoras. Cuando el hippie pelilargo, el inmigrante hambriento, o la muchacha con cocktail molotov, dan paso a la parejita de novios de Getafe (con sus zapatillas de Adidas fabricadas en sweatshops vietnamitas, sus móviles 4G de compañías explotadoras y sus jerseys de algodón pagado a precio ínfimo por alguna textil internacional, todo incluido) el mensaje contenta a las amas de casa que riegan sus maceteros en el balcón, y a los señores fanáticos del Marca. Por supuesto, también a los medios.

Aquí es donde aparece el "casi", el matiz devastador y deslegitimador de cuanta acción emprendiese el 15M. La consigna no es "somos anticapitalistas", sino "en estas circunstancias de mercado (que avalamos y defendemos a diario con nuestras aspiraciones, nuestro nivel de vida, y nuestro voto) estamos perdiendo comodidades. Y nos vamos a enojar".

Entonces, la "Democracia Real" que defienden, es sólo un slogan para justificar el berrinche que la clase mierda lleva a cabo, ante la imposibilidad económica de pagar, costear, o rentar el nivel de vida que han tenido hasta el momento. Se sienten indignados, dicen; la verdad es que se sienten pobres. Y a estos indignados democráticos, la tele les ha enseñado que la pobreza es el peor de los demonios. Entonces, antes siquiera de sentirse estadísticamente dentro de ese segmento, montan con toda pompa esta pantomima, esta bochornosa Hidra de Lerna.

La semi-inteligencia española, este ejercito de desertores, toma la calle. Es una potestad únicamente reservada a los equipos de fútbol, los estancieros y sus tractores, y cuanto arribista que sienta que -por coyuntura de mercado, ineficacia gubernamental, o pérdida de empleo- ha dejado de tener "derecho" a contratar Canal+. Por eso es que en este bullicio, confundido con libertad de expresión, hay demasiadas consignas. Como todo vale, a la mañana hay que leer el Marca para ver contra quién rajó Mourinho; al mediodía, comer los pinchos de verdura que salieron ayer en la tele; y a la tarde sumarse a los "indignados". ¿Un conjunto de ciudadanos reivindicativos contra el abuso, a favor de la igualdad inclusiva, de la tolerancia, a favor de los pobres, en contra de los banqueros, de las corporaciones, de la curia, del mercado global, de la aculturación, de la codicia, del sometimiento económico, de la vulneración de las soberanías? Que va: una tendencia más de mercado.

El único motivo por el cuál el movimiento 15M no tiene campaña publicitaria y auspicio de Nike, es porque no es conveniente asociar la marca deportiva por excelencia al sedentarismo que supone la actividad del camping. Llevan más de un mes agrupados, y aún no tienen consigna. "No nos representan", dicen, refiriéndose a los políticos; mientras tanto, encuentran referentes e iconos dignos de admiración en el fútbol, la fórmula 1, o el ciclismo.

No los he visto a las puertas de Ciudad Santander. Ni persiguiendo a Aznar en pro de la paz. Ni abucheando a Rouco Varela. No los he visto robando comida en grandes superficies y donársela luego a vecinos en riesgo de exclusión social. No los he visto ayudando a limpiar plazas y parques de zonas marginales, ni pintando ambulatorios. Ni siquiera los he visto protegiendo los bosques. Sólo los he visto gritar, silbar, y alzar las manos. Como cuando España ganó la Eurocopa. Como cuando España ganó el mundial. Cuando el referente era el portero del Liverpool, que cantaba "Camarero!…"

Este no puede ser considerado un movimiento democrático, porque aísla a las minorías y a los pobres. Tiene toda la carga onanista que las señoras y los señores con profesión liberal pretenden, pero se olvida de las verdaderas víctimas del sistema que -de más está decir- no son ellos. Si la democracia real es libertad, ¿dónde está la defensa de esos ciudadanos a favor del burka?, ¿cuándo empieza la convocatoria de firmas para plebiscitar el sistema monárquico?, ¿cuándo votamos para salirnos de la Comunidad Económica Europea?.

Y si sus reivindicaciones no son políticas, ¿cómo se establecerán en rango de normas de Estado? ¿Mediante una dictadura? ¿Irán los políticos al paredón? ¿resucitarán los soviets?. Faltan agallas y sobra tiempo muerto para semejantes proezas. El movimiento 15M nació como iniciativa de la clase mierda, y como tal morirá, cuando se reanude la Liga. La espontaneidad, en lo que refiere a estallidos populares, siempre debe ser tomada con pinzas. París, el 14 de julio de 1789, tampoco fue la excepción.

Ruego a quien corresponda que tenga a bien abolir los gestos emblemáticos. Da igual si por decreto, mandamiento o bula. Una acampada en el centro de Madrid no hace temblar Citigroup, no cambia la política exterior de Estados Unidos, no conmueve los aburguesados corazones de la CEOE, ni crea trabajo. ¿Cuál es el mensaje, la advertencia o la amenaza? Porque cuando hay una huelga general, se paraliza la producción. O sea, hay una interrupción de la actividad. ¿Qué rol van a suspender los afiliados al 15M, si no se atienden sus "reclamos"? ¿El de ciudadano? ¿El de consumidor? ¿El de hincha? ¿El de cliente con domiciliación bancaria?

Animo a derogar consignas nacidas de la tibieza. Si la lucha de los "indignados" fuera justa y sentida, en vez de talleres de cartelería, saquearían un hipermercado, impedirían las ejecuciones (algunos lo hacen, felicitaciones) y se ocuparían de las minorías. Por ahora, el tronar de las cacerolas no hace más que exigir que este sistema tan injusto y segregador en el que vivimos (la democracia) vuelva a estar de su lado para poder seguir prosperando. Para mantener lo que hoy llaman -¡menudo eufemismo! - estado de bienestar.

En el nombre de la democracia se han cometido demasiados crímenes. Muchos, incluso, han sido perseguidos y torturados; otros están desaparecidos en ninguna parte, enterrados en una zanja infame, o con tumba certera y balazo patente. Suena demasiado injusto que esa gente, que murió buscando libertad y dignidad (no democracia) sea comparada en su lucha con un grupo -no importa si mayoritario o minoritario- que reivindica su derecho a vacaciones, bolsos de Tous y coches alemanes.

Repito algo que ya me he preguntado públicamente en alguna ocasión: ¿en qué momento la democracia empieza a ser intolerablemente irreal para estas personas? ¿cuando las empresas españolas hambrean familias enteras fuera de España, condenándolas a subsistir con sueldos míseros? ¿o cuando no puedo pagar las letras de mi Seat Altea (que nunca debí comprar, pero el banco me ofreció el dinero, y en ese momento la democracia me parecía "real")?

O se vota, o se explota. Ambas alternativas son posibles en el contexto global.

Pero este compromiso de pacotillas ni construye país, ni genera cambio, ni despiertas conciencias, ni plantea alternativas políticas.

36 días después, seguimos tan indignados como el primer día. Que alguien me explique qué cambió. Y sobre todo, ¿cuál es el mensaje para los jóvenes? Se les está enseñando que acampar en una plaza es un modo posible de cambiar las cosas. Pero, en realidad, el cambio se forja con esfuerzo, con estudio, con el voto, con lectura, con inteligencia. Con acciones mucho más complejas que dormir en una acera.

¿Y si de pronto hubiera, por ejemplo, 500 puestos de trabajo para repartir? ¿Se contemplaría la necesidad de cada uno, o se procedería a una estampida democrática? Leí el otro día que un hombre que acampaba en Madrid, ganó 1.300.000 € en La Primitiva. Me pregunto si la democracia se le habrá vuelto, súbitamente, "real" y "justa".

Por este camino, que es sólo eso, un camino para caminar, no se va a ninguna parte. El hámster, corriendo en su rueda, ¿se engañará pensando que es libre? Perdón por la ironía, pero es que no entiendo la urgencia ética sobre algo que los mantuvo callados toda la vida.

Se pelea con votos, palos o espadas. Alguien debe comunicarlo pronto. De lo contrario, nos enfrentamos a una posible guerra civil entre campings.

Libertad, es poder decirle a los demás lo que no quieren escuchar.

Saludos.

PD: Dedico este artículo a quien, leyéndolo, se indigne de verdad. A quién le hierva la sangre. A quién se cague en mis muertos. Ese lucha por lo mismo que yo.