Llegó mayo. Así que, después de festejar o semi-festejar el día de los trabajadores e, imbuidos en una espiral perversa de consumo, regalar a las madres lo que merecen (?) en su día, debemos prepararnos para afrontar el mes de los abrazos. En rigor de verdad, esta sublimación del apretón sólo regirá hasta el 22 de mayo, momento en el que las urnas dictaminen qué candidatos y qué equipos sean los que gobiernen los municipios españoles.
En estos días se ofrecerán en todos los rincones una serie de favores, sonrisas, promesas; de manera casi prostibularia, los equipos, asesores y alcahuetes de las más pintorescas índoles, recorrerán los kilómetros olvidados de sus Ayuntamientos, encontrándose cara a cara con las personas que, a diario, llaman "estadísticas". La verdad del número, del dato a proyectar, se hace carne frente un aparato político con aspiraciones. Eso importa demasiado, porque ese "tipo/a", llamado en estas épocas "ciudadano/a", tiene voz, pero -fundamentalmente- tiene voto.
Muchas veces, ese re-encuentro con la cúpula de nuestro gobierno local, revela la violencia y el descaro de aquéllos que, en verdad, no están preocupados por los asuntos colectivos, sino que pretenden hacer colectivas sus aspiraciones. A nadie pilla desprevenido este suceso. Aparenta estar en el libreto nunca escrito de un proceso electoral. Somos los tú y los yo de todos los días, los que nos ponemos el sayo de ciudadanos, y ejercemos una postura distante, una especie de chantaje emocional a el /los candidatos.
He regalado a mi madre gafas de sol, un perfume de Agatha Ruiz de la Prada, un par de zapatillas y un bolso con estampado florido. Me sentí tremendamente ridículo tratando de compensar con aquellas miasmas, siquiera una porción de lo que me brinda cotidianamente. Es cierto aquello de "el día de la madre debería ser todos los días". Pero sin regalos: pura actitud. Si cada mañana, cada tarde y cada noche pudiéramos hacerles sentir lo importante que son para nosotros, no existiría una fecha asquerosamente comercial que, de alguna manera, nos comprometa a decir (merced a 30, 50, o 1000 €) que les agradecemos por tanto.
El rol de ciudadano debería funcionar con la misma lógica. En estas épocas, en las que -igual que con el día de la madre- los medios de comunicación han puesto en boga quejarse de la política en general, y desacreditar a los políticos en particular, el elector medio español se ha convertido en un extra de la vida democrática del país. Consecuencia nefasta para el pueblo y, desde luego, oportunidad regalada a los buitres de turno, los especuladores emocionales de renombre.
¿Qué votamos? Una pregunta tan simple requeriría respuestas inmediatas y racionales. Pero no: recorremos caminos sinuosos y áridos para decidirnos. Muy pocos votan ya ideologías; algunos otros, votan personas; los menos, se decantan por programas electorales; la amplia mayoría, vota marcas.
Y es que, dentro del sistema neoliberal segregador (también llamado democrático) en el que vivimos, la mayoría de los Partidos han dejado de lado los dogmas, la historia y el entusiasmo, para convertirse en reconocidas marcas comerciales. Luego, haciendo uso de un discurso elaborado, se traza una estrategia; no electoral, sino de venta. Venderse pasa a ser la prioridad. Como si de una campaña publicitaria se tratara, los mensajes más complejos de una determinada posición política, se tamizan y empaquetan en combos, que los ciudadano podemos elegir en el escaparate mediático.
De allí, a las características esenciales de la marca. Los productos electrónicos de Apple destacan por ser funcionales, tener un diseño simple pero elegante, y estar asociados a lo cool; las pastas Gallo prometen siempre estar en su punto, por estar elaboradas con verduras frescas; el Partido Socialista Obrero Español promete trabajar para salir de la crisis; El Corte Ingles, financiación sin intereses; los discos activos de Pato prometen un inodoro más limpio y fresco; Carrefour, un 3x2 en miles de artículos, y el Partido Popular promete no hablar ni decir nada hasta ganar las elecciones, lo cual nos augura un destino, al menos, inquietante.
Como habitantes del planeta Tierra, culturalmente permeables al decir de los medios, nos hemos convertido en meros espectadores de la realidad. No peleamos, no nos involucramos, no debatimos. Eso sí: nos quejamos e indignamos cada día más. Somos tertulianos anónimos, reclamando por nada y alzando banderas sin color. Nuestro himno es el bullicio (al que confundimos con la libertad de expresión) y nuestro paso el más lento que se pueda imaginar. Aún así, cegados en nuestra propia ignorancia, decimos avanzar.
El sistema nos ha convertido en lo que soñaba: seres pasivos. Pero como aún nos queda el derecho a ejercer el sufragio, también se ha inventado un sistema para conseguir sus objetivos. Dormidos todo el año, somos manipulados por los medios en las instancias electorales, bajo la coacción triunfalista de los medios de ultraderecha.
¿Cuáles son las opciones entre las que podemos elegir? ¿Qué doctrina abrazaremos en el mes de los abrazos? La bestia sólo dormita.
Y un día las ciudades se llenan de carpas. Hay reacción. Vienen de todos lados, convocados por la red de los privilegiados. Aplaudo su espíritu anti-sistema, mas la proclama reivindicatoria de "dignidad" y "democracia real", me hace perder un poco de entusiasmo. Perplejo ante el repentino movimiento flower power que parece haber invadido Sol, me detengo -como siempre- para hacerme algunas preguntas.
No importa la edad de quienes se manifiesten, sino lo que defienden. Declararse apolítico es declarar falta de compromiso. La política, como ciencia, permite regir los destinos de las naciones, independientemente de las personas que ejercitan los Cargos de responsabilidad; Cargos que a su vez están sujetos al juicio de las personas, mediante el ejercicio del sufragio. Protestar contra el sistema, la globalización y las injusticias del capitalismo desde una carpa, parece radicalmente escaso.
Muchas veces, en cumplimiento de figuras retóricas o de procedimientos poéticos, los seres se convierten en algo que ya eran de algún modo. Por ejemplo, la hechicera que provocó la pasión de Zeus dándole un filtro amoroso, fue convertida como castigo en un ave, que también era utilizada para los conjuros del amor; un hombre valiente y sanguinario se transformará en un león; el diablo se representa bajo la forma de una serpiente…Es un procedimiento poético y etimológico de indudable eficacia.
Sin embargo, convertir la "cosa" en "símbolo", aparece no sólo como recurso poético sino -a veces- también como conducta de protesta. Reemplazar la acción concreta por gestos emblemáticos, suele contentar los espíritus y neutralizar heterodoxias. Y así, un proyecto de país, se convierte en un refrán; un luchador político, en una camiseta…o en una comedia musical.
¿Cuál es y hasta dónde llega la "Democracia Real" que embandera este grupo de personas? ¿A partir de cuándo empieza a ser "Irreal" la democracia? ¿Cuando no tengo para pagar las letras del coche, o cuando el cólera invade Haití por la displicencia de los Organismos Internacionales? ¿Cuando no tengo trabajo, o cuando Europa presiona al Gobierno, amenazándolo y restringiendo sus movimientos? ¿Cuándo es Irreal? o ¿cuánto es lo tolerablemente irreal para mi? ¿Me añado por convicción o por trending topic? ¿Somos realmente un núcleo sólido incorruptible? Protestar contra el sistema de control, que se llama democracia, exigiendo que se me devuelva el derecho a iPad, entradas al cine y vacaciones en paraísos alejados, es seguir avalando la perversión del capital y sus sicarios. Habría que establecer a partir de cuándo nos podríamos convertir, nosotros mismos, en mercenarios de los bancos.
¿Cuál es el mensaje? ¿Qué le están enseñando los jóvenes a los jóvenes? ¿No es el arte de la presión de un grupo sobre otro, lo que nos ha llevado a la situación actual? ¿Cuál es la esperanza? ¿Que los banqueros y las corporaciones, que cargan a sus espaldas centenares de miles de muertos directos e indirectos, cedan -o se conmuevan- por la convocatoria de la plaza? Desde luego que protestar es justo y legítimo. Pero cuando se protesta contra el sistema, es vital presentar planes alternativos. Y, más tarde o más temprano, someterlo a sufragio.
Hasta que el sistema no cambie de verdad, de verdad, mejor habituarnos a vivir en democracia. Planear un sistema alternativo es perfecto, pero no parece que se estén sentando las bases de un sistema más justo de distribución de recursos, sino un conjunto de pataletas caprichosas. Y de snobs. Ojalá me esté equivocando muchísimo. Ojalá el 23 de mayo sigan allí. Y el 23 de julio. Y el 23 de septiembre. Próceres del mundo y millones de personas murieron en batalla defendiendo la democracia y la libertad tal y como la conocemos. Espero que la "Democracia Real" tenga un ejercito igual de aguerrido.
Resulta paradójico que la globalización derive en suma de yoísmos.
Dicen estar indignados. Yo estoy pre-ocupado. Por eso votaré.