Por Antonio DÃaz Lombardero - Maestro
La idea de ganar espacios dentro de la actividad pública ha empujado a las fuerzas polÃticas actuales a enmarañarse con el tema de la educación y, por más que se profundice, no se logra vislumbrar, ni en lontananza, atisbos de solución. Y, aunque está claro el pensamiento desde la óptica de la Administración, no parece que suceda lo mismo desde la perspectiva de los técnicos (pedagogos, psicólogos, sociólogos, etc.,
El devenir de la puesta en marcha de la LOCE nos ha desconcertado a la sociedad en general. Un torbellino de noticias y contranoticias, de informaciones y contrainformaciones sobre la actual ley de Educación, ha descolocado tanto a docentes como a padres y educadores. No sabemos si mostrarnos decepcionados o expectantes, sorprendidos o anonadados. El caos y la sorpresa sobre la paralización, suspensión, supresión, derogación o no aplicación de la ley nos llena de espasmo y de tensión por encontrarnos ante las puertas de un final de curso y comienzo de otro sin saber qué itinerarios elegir, qué libros comprar o qué decisiones adoptar ante las ventanillas de secretarÃas de los centros.
Una cosa resulta evidente:
- La figura del profesor y maestro está denostada, zaherida y maltrecha
- El deterioro de la enseñanza pública es un hecho reconocido por todos
- Resalta el abandono escolar en la ESO
- El acentuado descenso de niveles educativo provoca reacciones inquietantes
- El trasvase de alumnos con fracaso escolar, de la privada a la pública, e incorporación de cualquier alumno y en cualquier época a su curso sin más salvoconducto que el carnet de identidad
- La ausencia de pautas que faciliten un ambiente de trabajo eficaz, disciplinado dentro del aula y del colegio.
- Los constantes cambios de currÃculos
- La cultura de la autoestima del profesor ha caÃdo hasta el tedio, la desgana y el sopor por su indefensión, porque se le pre-juzga, porque se le abandona, porque se le deja solo ante el peligro ... Ante cualquier conflicto, no se le aplica la presunción de inocencia
- Etc.
El elenco que antecede, de por sà solo, incita a pararse a pensar, a reflexionar, a analizar. La educación es un tema de â??suficiente caladoâ??, en palabras de nuestros polÃticos, y requiere estabilidad porque en él se fundamenta la sociedad. Necesita trazar objetivos claros para ordenar nuestro sistema educativo; necesita un análisis sosegado para acometer las reformas que la andadura de su paso por las aulas demanda; necesita marcar las pautas que dirijan a la sociedad; necesita ser cauce por el que transcurran los valores que encarnan nuestros pueblos.
Hartos de tantos cambios, de tantos planes, de tantas leyes, que nos antecedieron, parece que lo comedido, lo loable estarÃa en ejercitar la facultad de actuar con sosegado discernimiento y razonamiento y no dejarse llevar por hipotéticas intuiciones.
Es conocido y sabido por muchos estamentos de la sociedad, además de padres y profesores, el consenso sobre temas como la dignificación del profesorado, la cultura del esfuerzo, la promoción automática, el bache de las humanidades, la reubicación de la formación profesional, etc. Su perfeccionamiento, la puesta a punto y el reordenamiento de nuestro sistema educativo ha sido el objetivo tanto de la LOGSE como de la nonata LOCE. Tirar por tierra tanto esfuerzo, más que despecho y alarde de poderÃo, parece una falta de visión de lo que pasa en las aulas y una afrenta a los que trabajamos dÃa a dÃa con denodado y redoblado esfuerzo.
Si bien todo es perfectible y la evolución significa introducir nuevos cambios y marcar nuevos derroteros, no es menos cierto que la LEY DE EDUCACIÃ?N no puede estar sometida a la veleidad de nuestros polÃticos de turno como tampoco lo está la Ley de Circulación, el Código Civil ni la Ley de Transmisiones, por citar algunos ejemplos. Poner la enseñanza como cobaya de programas electorales en todas las elecciones, semeja una tomadura de pelo.
Para representar este caótico panorama viene a mi mente el sÃmil de la prueba Paris-Dakar que ilustra la travesÃa incierta que tiene que recorrer el avezado conductor antes de llegar a su destino. Es un contrasentido que en la época y en el paÃs de las pistas de la información tengamos que correr sin pistas de información.
Desde la óptica del observador, se percibe un afán de significarse con sellos de cambio sin importar mucho marcar los regueros de un nuevo orden que conduzca a la sociedad a una situación de análisis y de búsqueda, dejando entrar nuevo aire que ventile nuestros pulmones; un aire que aglutine el pensamiento de todas las fuerzas de nuestra sociedad.
Por Antonio DÃaz Lombardero - Maestro