Venres, 19 Apr. 2024

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Estás en Opinion El del trabajo sucio Britney Spears, la degradación de las opiniones, usted y yo.

Britney Spears, la degradación de las opiniones, usted y yo.

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El gestor de últimas noticias de Firefox tintinea otra vez, reclamando mi atención. Aunque ya sé que no puedo esperar un análisis exhaustivo, habiendo esta semana tantos asuntos en el mundo -Irán, Gadafi, Egipto, Nueva Zelanda, Surtu- me dejo vencer por la curiosidad. Repito: Irán, Gadafi, Egipto, Nueva Zelanda, Sortu…pero no, Britney Spears.

Les comento el asunto por si no están empapados de actualidad ( ? ) musical ( ? ): la princesa, ex-princesa, doncella (o título nobiliario que le corresponda) del pop, ha lanzado al orbe el videoclip de su última canción, "Hold it against me", y la crítica se le ha echado encima por ser un continuo desfile, casi un informercial de 3 minutos y medio de duración, patrocinado por marcas como Sony, Make Up Forever, Plentyoffish.com, etc. De este modo, la industria del entertainment (la misma que un día nos presentó a Backstreet Boys, que catapultó a Beyonce, que idolatra a Timberlake y Timbaland, y que una noche sembró, cultivó, lavó y cocinó a Justin Bieber para deleitarnos a la hora del desayuno) apunta ahora contra la blonda y el director del video, Jonas Akerlund. Sin embargo, la indignación no se centra en la aparición sistemática de publicidad -desde luego, sino la industria del cine entraría en bancarrota de inmediato- sino en la incapacidad para disimularla. ¿Será que asistimos al nacimiento de los tapujos de la industria del espectáculo? ¡Jamás!, no seamos tan optimistas.

La conmovedora circunstancia de Britney me hizo pensar en otras dualidades, bipolaridades semejantes, discursivas y actanciales, de esas que uno se encuentra a diario, responsables de esta "crispación" asintomática y falaz que los medios de comunicación y el establishment quieren imponernos a como diere lugar.

Hoy, una enorme cantidad de gente en el mundo (entendiendo por "el mundo" el 15,6 % de la población global que tiene acceso a comida, agua, educación, sanidad, vestimenta e internet) utiliza el Twitter. Twitter es el penúltimo estadío que la globalización nos ofrece antes de convertirnos en un mero ícono. La supuesta democratización de voces que supone la web, trae aparejada la desvirtuación de las palabras de los ilustres, cuando un idiota -como yo- se sienta a "opinar con libertad"; además, lo hace indiscriminadamente: da igual un offside del Atlético, el nuevo peinado de Penélope, la estrategia de Ferrari, el IBEX 35, el conflicto en Medio Oriente, el precio de los abrigos en Zara o el último disco de Estopa… esta democracia de voces que supone internet, se parece más a los cánticos de una hinchada enfervorizada. Con una salvedad importantísima: cada uno es su propio hooligan. Hoy, la constitución twittereana nos regala 140 caracteres. Mañana, un ícono. En base a eso, generaremos tendencias de mil tipos…y tomaremos decisiones de empresa. Y de Estado.

Así que, de coro a solista; el humano se erige en su propio ídolo, cree en su capacidad de análisis y se presenta como la última encarnación de Avalokitesvara. Triste ilusión de libertad tenemos quienes vivimos bajo la égida perversa del neoliberalismo. Cada uno en su metro cuadrado: dentro de ese perímetro, haz lo que salga de los huevos. Paradójicamente, el sistema da un giro supernumerario, y parece ofrecernos -más que nunca- la posibilidad de encontrar grupos de identificación y pertenencia; ¿tú a quién sigues?, ¿a los fanáticos del pop británico?, ¿a los lectores de Ken Follet?, ¿a los emo?, ¿a los sado?, ¿a los de "alpinismo todo el año"?, ¿a los que odian usar pullover?, ¿a la liga de amas de casa que hacen tortillas 10? Las combinaciones parecen infinitas. Eso sí, nunca se discute el modelo. La hegemonía de los mercados sigue imponiendo sus normas y hasta sus vicios, y aún cuando parece sucumbir, renace fortalecida. Pero nos engaña deliciosamente con un espejismo de permeabilidad y tolerancia. Yo, en el último pueblo agrícola del Perú, "efectivizo" y dejo constancia de que mi libertad de opinión tiene el mismo peso que la del ejecutivo del Upper East Side. A estas alturas, ¿algún habitante del mundo puede creérselo?

Pareciera que el sistema nos escucha, nos hace partícipes de su desarrollo, de su mutación diaria; la verdad es que nos co-responsabiliza solapadamente a través de nuestra participación estadística, no ejecutiva. Nunca una ilusión fue tan exitosa. Pero de eso se trata, del éxito, del show off. Esa es la filosofía Facebook: únete y comparte la "mejor versión" de tu vida, muéstrate en eventos sociales con gente linda, ríe, goza, haz que te envidien, haz que todo el mundo quiera tener un amigo (y una vida) como la reflejada en tu perfil. Jamás he visto ningún comentario del orden de "este mes, no voy a poder pagar la luz "; en cambio, he visto cientos de "menudo pedo llevaba esa noche, tío". Nos están induciendo a vender carcasa, lifestyle.

Como parte articulada de esta Hidra de Lerna que parece regir nuestros pasos como sociedad, se encuentra Britney Spears. Britney es exitosa, más allá del tiempo en que (quitando toda la demagogia hollywoodense respecto a sus problemas familiares -¡como si eso no vendiera!- y su consumo de drogas -ni hablar-) engordó como un cerdo y no era capaz de ejecutar esas coreografías sensuales a las que nos tenía acostumbrados. La gordura de Britney no era rentable. Sus patrocinadores fueron retirándose de a poco; su productora se hartó de sus berrinches de niña (gorda) y sus conciertos se cancelaron por todo el mundo. Britney perdió la custodia de sus hijos, se hizo adicta a la noche y a las drogas, salía sin bragas, se cortó el pelo a lo skinhead, participó en graves altercados con paparazis…pero a fin del año pasado, sin haber pisado un escenario en todo el 2010, se embolsó más de 100 millones de dólares "residuales". Porque Britney es más que un nombre: es una trade mark.

Reaparecer rodeada de marcas de prestigio, es su reconciliación con el universo mediático, y por lo tanto con sus fans, la música y todos nosotros. Además, no se sabe si como condición o consecuencia, Britney vuelve a lucir abdomen plano y caderas ideales. ¿Por qué la industria critica la metodología del vídeo, si conoce perfectamente qué es lo que se quiere decir? Es más, es la propia maquinaria mediática la que erige y derrota a los ídolos. Si la princesa del pop puede volver a pertenecer, hay esperanza para nosotros, los mortales. ¿Y cómo se cristaliza esta re-admisión, esta renovada pertenencia al estrellado, al liderazgo de opinión, a la posición de líder? Con el resurgimiento marketinero esponsorizado. Según esta lógica, la capacidad de compra o adquisición de marcas, estaría estrechamente ligado a la capacidad o el derecho de actuar.

La dignidad construida desde lo mediático genera estos contrasentidos. "Tener" o "tener que tener" para "ser" o "poder ser", es tal vez la más peligrosa de las falacias que vivimos quienes -con las panzas llenas- podríamos ocuparnos (incluso pre-ocuparnos) de cuestiones harto más complejas que impliquen, por ejemplo, la defensa de aquellos que ni siquiera pueden acceder a la dudosa bendición de tener un perfil en el sonoro escaparate virtual. Si es verdad que "el futuro son las redes sociales", preparémonos, porque dejaremos en el paleolítico a 2/3 de los seres humanos del planeta.

Si esta concepción avanza, podría sorprendernos un futuro en el que la condición de ciudadano estuviese ligado a la capacidad de consumo. ¿O es que ya sucede? El Estado desaparecerá como tal, pero estará presente desde un panóptico intangible, omnipotente y castigador: Dios. En Él encontraremos la salvación semana a semana, después de haber pisoteado bastantes cabezas con tal de cambiar el coche, ampliar nuestro chalet y comprar lo que Paris imponga en la temporada. He aquí la sociedad global que generaremos: sin compra, no habrá redención.

Me gustaría finalizar estas líneas recordando (por aquello de la compensación anti-idiota) al gran Jorge Luis Borges, que con su "Ajedrez II", pareciera estar opinando de estos asuntos:

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada

reina, torre directa y peón ladino

sobre lo negro y blanco del camino

buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada

del jugador gobierna su destino,

no saben que un rigor adamantino

sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero

(la sentencia es de Omar) de otro tablero

de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza

de polvo y tiempo y sueño y agonías?

Unha aperta.