A calor do fogar é intramundo de agarimo, comprensión e apoio mutuo. É núcleo de convivencia que nos forma e conforma como persoas útiles para nós mesmos e para quen nos rodea. Dános o pasaporte para unha convivencia social satisfactoria.
Mais hai veces en que o arrolo da tenrura e a íntima confianza familiar trocanse nun inferno de abusos, malos tratos, condenación e morte.
Superalo con enorme esforzo, vivir morrendo (Morro por que non morro, dicía Teresa de Ávila) ou acabar definitivamente cun mesmo. Tal é o porvir que espera a esas pobres criaturas, atormentadas por quen lles dese a vida.
O TEU PAPÁ Agora tócache a ti, a túa irmá maior xa o pasou. Estás intacta, acabada de entrar na adolescencia; es o anhelo de papá. | TU PAPÁ Ahora te toca a ti, tu hermana mayor ya lo pasó. Estás intacta, recién adolescente; eres el anhelo de papá. Lo tienes encima, aplastándote, babeándote la cara, clavándote su miembro una y otra vez mientras te haces grito por el dolor que rasga tu cuerpo y tu vida. Quieres morir. Querrías pensar en la ayuda de mamá, en sus besos, su regazo, tu mamá, pero ella está al otro lado del pasillo, en su habitación, con la puerta abierta, escuchándolo todo, sabiéndolo todo, callando. Sientes el cuchillo de su silencio desgarrándote en cada acometida de papá. La has perdido para siempre. Te roe la impotencia, el asco, tanta soledad. Pides la muerte con una voz que no parece tuya, ¡Quiero morirme!, ¡Quiero morirme!, que no exista nada más. Escuchas tu voz, su extraño sonido, y no puedes ocultar tu inmensa derrota, saberte viva a tu pesar, sin esperanza alguna, cuando tu mamá te grita desde el otro lado del pasillo ¡Cállate, niña; qué van a pensar las vecinas! Te dejas rendir por abandono, te tragas la conciencia. Juras matar. Cierras los ojos. Sorbes aceptación, maquinas tu venganza imposible. Te dejas violar, pero algo desconocido, muy dentro de ti, se rebela, te retuerce en náuseas. No te detiene ni el ¡Como vomites ahora, te mato! que te suelta tu papá. Sigue embistiéndote a pesar del vómito que le pringa cara y pecho, te grita ¡Cabrona, hijaputa! una vez tras otra, y clava sus dedazos entre tus nalgas, acera sus uñas hasta rasgarte la piel, mientras retiembla y se queja y se diluye en tu seno. Tu papá. Asco adentro y lágrimas sobre ti; soledad, desarraigo. Nunca más podrás encontrar el camino a casa. Qué será de ti, chiquilla; qué vida tendrás, cómo vas a vivirla. Veigacasás |