Martes, 16 Apr. 2024

Actualizado10:50:26 PM GMT

Estás en Opinion Cartas A chegada do Prestige

A chegada do Prestige

Correo-e Imprimir PDF
Foto Veigacasás
Foto Veigacasás
  • Anterior
  • 1 of 2
  • Seguinte
Naqueles días do Prestige tremiamos coma nenos; a dor e o desespero quebraban os nosos corazóns; a rabia e a coraxe facían que nos estremecésemos coma follas no medio do vendaval.

 


Música: Bebo Valdés & Cigala. Lágrimas Negras

Aquellos días

 En aquellos días del Prestige temblábamos como niños; el dolor y la desesperación quebraban nuestros corazones; la rabia y el coraje hacían que nos estremeciéramos como hojas en medio del vendaval. Con las mentiras de nuestros gobiernos en vez de su apoyo, hombres y mujeres de todos los países que caben en España, codo a codo con voluntarios de otros estados, nos pusimos manos a la obra para pelear contra el desastre, llenamos calles y plazas para manifestar la verdad y desenmascarar el engaño que publicitaba a los cuatro vientos el Estado. Galicia fue entonces, una vez más, Gary Cooper solo ante el peligro; y los políticos a resguardo, cuidando su negocio...  

LÁGRIMAS NEGRAS (I)  

Quisiera hablar hoy como enseña un maestro. Maldita es la Patria que no ama su cielo, tierra y mar ni la vida que los puebla; maldito el País que no se respeta a sí mismo ni se hace respetar; malditos los gobernantes que alimentan a su Pueblo con horizontes de muerte y miseria.

 

«La población de Galicia aumentó aproximadamente el 78 por 100 entre (los años) 1528 y 1591. La combinación de población y pobreza en una región montañosa determinó la función clásica de Galicia de exportar habitantes hacia las llanuras.» John Lynch, El reinado de Carlos V.  

Del norte llegó, madre, el barco de la muerte; al Sur me lleva, madre, el barco de la guerra. Prestige, extraño nombre, se llamaba aquél, y se hundió para asfixiar mi tierra; Príncipe de Asturias, mal bautizo, llaman a éste que pierde grandeza en cada milla. ¿Debí hacerte caso, madre?, ¿coger la maleta y emigrar?  


Se me venía padre a la cabeza, sin abrazo alguno en casi todos los años de su vida, lejos de sitio hermano; no vernos crecer, volver derrotado, raídas las mejillas por tanta lágrima negra, «y tú a callar, rapaz, que los hombres no lloran».  


¿ Querrán acabar con nosotros, madre, con nuestra forma de vivir?, ¿sería por eso lo del fuel, dejarle desangrar su agonía, que estaba todo controlado, que era lo mejor? Pues lloré, madre; lloré en el bar, con mis amigos, y ellos también, por una mocita de algún sitio de España; los padres no quería dejarla venir, pero ya estaba en la estación, allí era la entrevista de la tele: «Cómo no voy a ayudar a limpiar las playas donde jugué desde bebé, donde crecí entre juegos cada verano, donde me enamoré siendo adolescente; se me partiría el corazón; ¡cómo no voy a ir!» Lloramos, madre, por ver que la gente ama nuestra tierra.  

Y todos nosotros en la costa, asustados como conejos por aquello que parecía el fin del mundo; y, el Gobierno, «No pasa nada». 

Y esto de ahora, casi todos somos gallegos, «De maniobras», nos mandan decir, pero nos punzan en el oído con otra canción. 

Si fuera por la paz, madre, si por la libertad fuera, por defender la tierra, por la esperanza, como decía Blas Infante en el himno de su tierra... No sé que haré, madre; tanta lágrima negra corroe las entrañas.

(Fundamentado en: Ángel Rodríguez López, Las fortalezas de la mitra compostelana y los irmandiños)  


Mientras las ciudades de Italia se elevaban sobre sí mismas gozando su Quattrocento, para siempre universal, los gallegos descerrajábamos el hambre, la humillación de nuestras mujeres y vidas, hartos de ser arruinados por salteadores de caminos, los mismos que eran acogidos en las fortalezas de los gobernantes laicos o religiosos. Ni piedra sobre piedra dejamos de castillos; ni obispos o caballeros, huidos todos a tierra extraña. Esa vez, fuimos un Pueblo libre, sano, un Pueblo señor de su País, sin matar a nadie en los asaltos.  


Rehecha la nobleza, unida y derrochando soldadas, piedra sobre piedra tuvimos que rehacer lo derrocado, a cargo y costa de nuestras haciendas y vidas; bueyes, herramientas, trabajo de sol a sol, familia, tierras y alimentos, puestos al servicio de nuestro yugo señor; jamás un Pueblo se tragó tanta humillación.  


Nada somos, tanto da lo que uno escoja o haga, implacable es nuestro porvenir. Pueblo dulce y tolerante, amante de la libertad, no somos fiera enjaulada, sino la carnaza que la alimenta.  
 

Durante meses, por lo del Prestige, dudaste del Gobierno, de la Xunta de Galicia, de ministros y conselleiros; de quienes tenían responsabilidad o poder para evitar daños, aminorar su magnitud o reparar el mal producido; del portavoz oficial y de los medios de comunicación a su alcance. Creíste que ocultaban la realidad por incapacidad para afrontarla, que callaban para no perder su puesto en vez de solidarizarse con sus conciudadanos, que erraban por acción u omisión e impedían atajar tan grave problema. Lloraste de pena y de rabia por lo que pasaba, te avergonzaste de ser del Partido Popular. Los caballos locos del poder habían vuelto a patearnos con sus cascos, impunemente.  

Te reunió tu partido; te acusó de cuanto cruzó tu pensamiento. “¿Qué sabes tú de medios y objetivos de Gobierno? Nada, ¡maldita sea tu soberbia!” Te dieron palmaditas y sonrisas, te enviaron a luchar contra los que mostramos el Nunca Máis en una tela y quienes pedimos responsabilidades. Olvidaste su descrédito, la ruina que asoló tu tierra, que los hechos hablaban por sí mismos. Qué vergüenza y desolación. Y ahora alentáis la invasión violenta de un país, rompéis el frágil equilibrio de la paz y nos panfleteáis con un Plan Galicia a veinte años. ¿Esperáis, acaso, ganar otras elecciones? Debéis creer que somos Braian crucificado, cantando el lado bueno de la vida. 

«Negro horizonte, gaviota reidora, para tu nombre.» X. L. Ferreiro, Haycus.  
 

« La intervención de Madrid en Galicia provocó el desastre.» «Los gallegos sabían, mejor que los ministros, lo que había de hacerse en su tierra». Estas citas entrecomilladas no son de aquellos días, sino de Manuel D. Benavides, nacido en Ponteareas en 1895; ambas están en su novela La Escuadra la Mandan los Cabos, publicada en 1944 durante su exilio político en México. Ambas siguen vigentes; más que nunca.  
 
Eres cuadrillero, o voluntaria, limpia playas ambos; estilistas, peluqueros de moda peinando algas empodrecidas, maquillando belleza en la arena; debajo de la piel rubia, tan linda, tan fresca, ahonda la muerte. Os paráis en el borde de bajamar, claváis la pala, el mango del rastrillo, giráis, miráis: treinta metros cuadrados de arena limpia, una rapadura punky entre greñas aceitosas. Volvéis hacia arriba, estáis decididos, limpiáis; os quedan menos de tres hectáreas, si consiente la marea. 

Eres pescador, mariscadora; hay moco grasiento cegándolo todo, olas de sebo negro salpicando al cielo; tu familia pasará hambre, este invierno por lo menos. Te subes a la barca o remangas tus faldas, te anega la ría, arrancas a mano esa espesura hedionda que yerma la roca, que asfixia el vivero; te mantiene el coraje, menos bravío pero más valiente que el de la mar: ella se agazapa para devolverte el golpe en la próxima marea; queda menos; nada te detiene.

©Veigacasás.
Val Miñor, lunes, 12 de noviembre de 2007

 


Música: Cesaria Évora, Sodade

Aqueles días

Naqueles días do Prestige tremiamos coma nenos; a dor e o desespero quebraban os nosos corazóns; a rabia e a coraxe facían que nos estremecésemos coma follas no medio do vendaval. Coas mentiras dos nosos gobernos en vez do seu apoio, homes e mulleres de todos os países que caben en España, cóbado a cóbado con voluntarios doutros estados, puxémonos mans á obra para pelexar contra o desastre, enchemos rúas e prazas para manifestar a verdade e desenmascarar o engano que publicitaba aos catro ventos o Estado. Galicia foi entón, unha vez máis, Gary Cooper só ante o perigo; e os políticos a resgardo, coidando o seu negocio...  
 

BÁGOAS NEGRAS (I)  

Quixera falar hoxe como ensina un mestre. Maldita é a Patria que non ama o seu ceo, terra e mar nin a vida que os habita; maldito o País que non se respecta a si mesmo nin se fai respectar; malditos os gobernantes que alimentan o seu Pobo con horizontes de morte e miseria.

 

«A poboación de Galicia aumentou aproximadamente o 78 por 100 entre (os anos) 1528 e 1591. A combinación de poboación e pobreza nunha rexión montañosa determinou a función clásica de Galicia de exportar habitantes cara ás chairas.» John Lynch, El reinado de Carlos V.

Do norte chegou, miña nai, o barco da morte; ao Sur lévame, miña nai, o barco da guerra. Prestige, estraño nome, chamábase aquel, e afundiuse para asfixiar a miña terra; Príncipe de Asturias, mal bautizo, chaman a este que perde grandeza en cada milla. ¿Debín facerche caso, miña nai?, ¿coller a maleta e emigrar?  


Víñaseme o meu pai á cabeza, sen abrazo ningún en case todos os anos da súa vida, lonxe de sitio irmán; non nos ver medrar, volver derrotado, raídas as meixelas por tanta bágoa negra, «e ti a calar, rapaz, que os homes non choran».  


¿ Quererán acabar connosco, miña nai, coa nosa forma de vivir?, ¿sería por iso o do fuel, deixarlle desangrar a súa agonía, que estaba todo controlado, que era o mellor? Pois chorei, miña nai; chorei no bar, cos meus amigos, e eles tamén, por unha mociña dalgún sitio de España; os pais non querían deixala vir, pero xa estaba na estación, alí era a entrevista da tele: «Como non vou axudar a limpar as praias onde xoguei dende bebé, onde crecín entre xogos cada verán, onde me namorei sendo adolescente; partiríame o corazón; ¡como non vou ir!»


E todos nós na costa, asustados coma coellos por aquilo que parecía a fin do mundo; e, o Goberno, «Non pasa nada».  

E isto de agora, case todos son galegos, «De manobras», mándannos dicir, pero púnzannos no oído con outra canción. 

Se fose pola paz, miña nai, se pola liberdade fora, por defender a terra, pola esperanza, como dicía Blas Infante no himno da súa terra... Non sei que farei, miña naiciña; tanta bágoa negra corroe as entrañas.

(Fundamentado en: Anxo Rodríguez López, As fortalezas da mitra compostelá e os irmandiños)  
 

Mentres as cidades de Italia elevábanse sobre si mesmas gozando o seu Quattrocento, para sempre universal, os galegos rompiamos as cerraduras da fame, a humillación das nosas mulleres e das nosas vidas, fartos de ser arruinados por salteadores de camiños, os mesmos que eran acollidos nas fortalezas dos gobernantes laicos ou relixiosos. Nin pedra sobre pedra deixamos de castelos; nin bispos ou cabaleiros, fuxidos todos a terra estraña. Esa vez, fomos un Pobo libre, san, un Pobo señor do seu País, sen matar a ninguén nos asaltos.  


Refeita a nobreza, unida e desbaldindo soldadas, pedra sobre pedra tivemos que refacer o derrocado, a cargo e costa das nosas facendas e vidas; bois, ferramentas, traballo de sol a sol, familia, terras e alimentos, postos ao servizo do noso xugo señor; xamais un Pobo tragou tanta humillación.  
 

Nada somos, tanto ten o que un escolla ou faga, implacable é o noso porvir. Pobo doce e tolerante, amante da liberdade, non somos fera engaiolada, senón o engado que a alimenta.
 

Durante meses, polo do Prestige, dubidaches do Goberno, da Xunta de Galicia, de ministros e conselleiros; dos que tiñan responsabilidade ou poder para evitar danos, minorar a súa magnitude ou reparar o mal producido; do voceiro oficial e dos medios de comunicación ao seu alcance. Criches que ocultaban a realidade por incapacidade para afrontala, que calaban para non perder o seu posto en vez de solidarizarse cos seus concidadáns, que erraban por acción ou omisión e impedían atallar tan grave problema. Choraches de pena e de rabia polo que pasaba, avergonzácheste de ser do Partido Popular. Os cabalos tolos do poder volveran a patearnos cos seus cascos, impunemente.  
 
Reuniute o teu partido; acusoute de canto cruzou o teu pensamento. "¿Que sabes ti de medios e obxectivos de Goberno? Nada, maldita sexa a túa soberbia!" Déronche palmadiñas e sorrisos, enviáronte a loitar contra os que mostramos o Nunca Máis nunha tea e os que pedimos responsabilidades. Esqueciches o seu descrédito, a ruína que asolou a túa terra, que os feitos falaban por si mesmos. Qué vergoña e desolación. E agora alentades a invasión violenta dun país, rompedes o fráxil equilibrio da paz e panfletádesnos cun Plan Galicia a vinte anos. ¿Esperades, acaso, gañar outras eleccións? Debedes crer que somos Braian crucificado, cantando o lado bo da vida.  

«Negro horizonte, gaivota reidora, para o teu nome.» X. L. Ferreiro, Haycus.  
 

«A intervención de Madrid en Galicia provocou o desastre.» «Os galegos sabían, mellor que os ministros, o que había de facerse na súa terra». Estas citas entrecomilladas non son daqueles días, senón de Manuel D. Benavides, nacido en Ponteareas en 1895; ambas as dúas están na súa novela La Escuadra. Mándana os Cabos, publicada en 1944 durante o seu exilio político en México. Ambas as dúas seguen vixentes; máis que nunca.  

Es cuadrilleiro, ou voluntaria, limpa praias ambos os dous; estilistas, perruqueiros de moda peiteando algas empodrecidas, maquillando beleza na area; debaixo da pel loura, tan linda, tan fresca, afonda a morte. Parádevos no bordo de baixamar, cravades a pa, o mango do anciño, xirades, mirades: trinta metros cadrados de area limpa, unha rapadura punky entre greñas aceitosas. Volvedes cara a arriba, estades decididos, limpades; quédanvos menos de tres hectáreas, se o consente a marea.  

Es pescador, mariscadora; hai moco graxento cegándoo todo, ondas de sebo negro salpicando ao ceo; a túa familia pasará fame, este inverno polo menos. Sobes á barca ou remangas as túas faldras, anégache a ría, arrancas a man esa espesura fedorenta que erma a rocha, que asfixia o viveiro; mantenche a coraxe, menos bravía pero máis valente que o do mar: ela acazápase para devolverche o golpe na próxima marea; queda menos; nada te detén.  

©Veigacasás. Traducción: Manuel Rico.
Val Miñor, luns, 12 de novembro de 2007